COSAS DE PUERTO RICO
Esta mañana cuando he ido a recoger a mi hijo al colegio, me he dado cuenta de que cada coche de los que estábamos en caravana, era un microcosmos.
Había de todo, pero era curioso como en distintos países, sobre todo las mujeres, nos comportamos de la misma manera. Ahí van dos ejemplos.
Algunas de mis ¨vecinas¨, como en España, aprovechan ese tiempo muerto para el maquillaje. Pero aquí son más atrevidas, lo hacen mientras salen de un garaje, haciéndose hueco a empujones, es decir, metiéndose de a poquitos sin mirar a nadie y con la brocha por toda la cara sin tan siquiera mirarse al espejo. Como no la dejaban pasar, porque la fila no se movía, no por maleducados, le ha dado tiempo hasta de pintarse los labios. Claro, supongo que sería un brillito, porque sino cualquier acelerón le podía hacer una mala pasada. En cuanto se ha podido, la hemos dejado pasar con toda su gacha hasta el carril contrario que es hacia donde se dirigía. En ese momento ya iba desenroscando el tubo de mascara de pestañas, y confío en que esperase hasta el siguiente semáforo para hacer uso de él…
En mi carril, delante de mí, había otra señora con pinta de ir a recoger a los nietos al colegio. Esta buena mujer estaba dando cuenta de un completo lunch, como dicen aquí (o sea, almuerzo de los de albañil, con fiambrera y termo) compuesto de pollo, arroz amarillo, yuca, y morcilla… Creo que la práctica es lo que la hacía tan habilidosa; entre el vaso de cartón con una cola al menos de dos litros, el plato de corcho lleno a rebosar de todo lo que antes he mencionado y el volante de una pick-up que parecía un autobús, no le debía parecer que íbamos lo suficiente de prisa para sus nervios. Sin intermitente ni empezar a rezar un rosario por los misterios dolorosos ni nada, se da la vuelta en seco, parando a todos los coches que se acercaban por ahí, sin tirar ni un grano de arroz, y a pesar de las pitadas que no debían atravesar su sonotone, toma el carril contrario sin mirar atrás ni preocuparse de más.
Esto último sí que no lo había visto en mi vida. Ni tan siquiera en Miami, donde los gallos, gallinas y pollitos cruzan contigo la calle por el paso de cebra.
Luego me quede pensando que le podía haber preguntado si ella sabía algún atajo para llegar al colegio que a mí se me ha escapado, ya que la obra de esa acera lleva dos meses (que yo lo estoy viendo) y parece que no tiene visos de terminarse.
